23.1.10

Buenas tardes


Llegamos justo a tiempo, ni un minuto más ni uno menos. La ocasión lo ameritaba, estar puntual era necesario.

Nos sentamos a esperarla llegar, después de tantos años, cuatro o cinco quizás. Dicen que las personas cambian con el tiempo, ella no debía de haber cambiado, cualquier persona podría pero ella, no, ella no podía, es de esas personas eternas detenidas en el tiempo. Pero ahí estábamos nosotros, yo y mi ilusión esperándola salir de cualquier rincón.

El café Les Deux Magots ubicado en una esquina del Boulevard Saint-Germanin-des-Prés, era un lugar indicado para un encuentro así, la luces empezaban a cobrar vida y la ciudad empezaba a agitarse creando una atmósfera de desesperación por estar ya en casa, de deseo por relajarse en el bar más cercano, de dejar atrás el arado y tomar riendas suelta al tiempo, tiempo que era muy corto. La espera no es buena acompañante, la ilusión ya se había ido tiempo atrás, ahora solo me quedaba con ella, quizás la soledad, la tristeza, la felicidad, la alegría lo sean pero la espera es la peor de todas las compagnons, te emociona, te exalta, te desanima, te desespera, te vuelve a emocionar, te vuelve a exaltar... y nunca se esta quieta.

La puerta se habré, una silhouette familiar un aire parisino, el café se cae y suelta esporas de esperanza... y dices:

-"Buenas tardes mon amour".






0 comentarios: